Año 80 d.C., en Roma se termina de construir el Coliseo con un aforo para 50 000 espectadores. Su inauguración dura la friolera de ¡100 días sin interrupción! En su cartelera: espectáculo de fieras desgarrando carne humana viva y devorando sus cadáveres; humanos masacrando humanos; humanos cazando a animales salvajes (desde rinocerontes hasta elefantes, pasando por hipopótamos y jirafas, leones o avestruces) … por supuesto, cada uno de los cien días, lleno hasta los topes. Esto equivale a decir cinco millones de espectadores (100 x 50 000). Pero el Coliseo era solo un anfiteatro entre los más de 70 salpicados por toda Europa y alrededor del Mediterráneo: Alemania, Argelia, Austria, Croacia, España, Francia, Italia, Libia, Marruecos, Reino Unido, Suiza, y Túnez. Y lejos de caer en desuso con la caída del Imperio, estos lugares ofrecieron masacres durante la friolera de 600 años. Seis siglos de multitudes aplaudiendo ese tipo de entretenimiento.
Durante la Edad Media, los circos romanos habían pasado de moda y, por suerte, sus espectáculos fueron prohibidos por la Iglesia. A cambio, y durante los siguientes 500 años, el divertimento preferido de la sociedad fue el de las ejecuciones públicas. De todas ellas, siempre crueles y cruentas, solo entre los siglos XV y XVIII, y solo en los países centroeuropeos, cerca de 60 000 personas (esto es, casi 200 personas al año durante trescientos años) terminaron quemadas vivas ante una expectante audiencia. Las penas de muerte se daban a diario, y las preferidas eran aquellas que no se limitaban al ahorcamiento o a la decapitación de la víctima, sino las que involucraban algún tipo de tortura previa, que no fueron pocas.
Desde el 1200 hasta bien entrado el siglo XVIII, un tipo de pena de muerte en el Reino Unido consistía en lo siguiente: los convictos eran atados y arrastrados por un caballo hasta el lugar de la ejecución; una vez allí, eran ahorcados pero sin llegar a ser muertos; luego se les bajaba de la horca y, aún vivos, se les cortaban los genitales; después, se les abría el estómago y se sacaban las vísceras, asegurándose de que la víctima siguiera consciente, cosa que se lograba lanzándole agua fría a la cara repetidamente; por último, se les decapitaba. Una vez muerto, el cuerpo era descuartizado, todo ello en presencia de la sociedad. Por cierto, los niños acudían en masa a ver estos espectáculos, y nadie se planteaba tal cosa como un horario infantil.
Aunque las ejecuciones nunca pasaron de moda para el gusto de la sociedad (de hecho, la última ejecución pública en Europa fue en Francia, con guillotina, el 10 de septiembre de ¡1977!), lo cierto es que, con la llegada de la ilustración nos volvimos más sofisticados y empezamos a acudir en masa, siempre que nos pudiéramos permitir el coste de la entrada, a presenciar los juicios. Un mero ejemplo de este tipo de entretenimiento para la sociedad europea nos lo brinda el escritor británico Charles Dickens en Historia de dos ciudades con una fabulosa descripción de cómo la gente acudía al Old Bailey, el Tribunal Penal Central de Londres. Cientos de personas se agolpaban en sus salas para disfrutar del espectáculo que condenaba a la gente y, con suerte, para ver cómo el tribunal los sentenciaba a muerte, lo que hacía que el precio de la entrada hubiese valido la pena de verdad. Solo en el Old Bailey, entre 1674 y 1834 se realizaron más de 100 000 juicios; todos ellos espectáculos con éxito de audiencia.
Por tanto, cuando descubro que Sálvame Deluxe lleva 5 temporadas y más de 300 emisiones, o que otros programas como Gran Hermano y Supervivientes llevan celebrándose con éxito, año tras año, desde hace quince años;
cuando descubro que existe una señora que se llama Belén Esteban, que ha sido elegida princesa del pueblo, que ha publicado un libro y que es un éxito de ventas;
cuando le pregunto a mis alumnos cuántos de ellos saben quién es Jacinto Convit, que desarrolló la vacuna contra la lepra y la cura para muchos tipos de cáncer, o quién es Luc Montagnier, Premio Nobel de Medicina por descubrir el virus del SIDA, o quién es Stan Allen, nombrado el mejor arquitecto del mundo, que ha realizado obras de integración natural y cultural, o quiénes son Benazir Bhutto, Dorothy Stang, Liisa Kauppinen, Khadija Ryadi y Malala Yousafzai, premios de Derechos Humanos de la ONU, en fin, cuando les pregunto por personas que han hecho o hacen algo para que nuestra sociedad sea mejor, y el silencio y el estupor es la única respuesta; pero que cuando les pido que me den nombres de personajes famosos e importantes que conocen, sin dudarlo empiezan a mentar a futbolistas y cantantes, a presentadores de programas de telebasura y a personajes de Gran Hermano…
cuando presencio todo esto, decía, no puedo, no debo, y ya no quiero escandalizarme. Al contrario, creo que Sálvame, con sus esperpénticos protagonistas —a cuál con el ego más alto y el lenguaje más bajo—, no puede ser criticado por los esnobistas intelectuales como yo, ya que está dándole a la sociedad lo que ésta siempre ha querido y lo está haciendo mejor que nunca puesto que en él no se mata ni tortura (físicamente) a ninguna persona ni animal. En otras palabras, Telecinco y la telebasura no han hecho sino reemplazar unos espectáculos cruentos por otros en los que la sangre no puede salpicarle al espectador. Así pues, bienvenido seas Telecinco. ¡Gracias!
No hay comentarios:
Publicar un comentario