La verdadera pandemia actual: la conspiranoia.

Los cinco problemas que derivan de los planteamientos de conspiraciones

Una élite secreta y poderosa (Iluminati o Bilderberg) está controlando a los gobiernos del mundo, el calentamiento global es una patraña, la Agenda 2030 es una maquinación para controlarnos, la tierra es plana, el hombre no pisó la Luna en 1969 –si es que la ha pisado nunca–, la pandemia de la Covid-19 fue un experimento social, las vacunas producen autismo, la tecnología de red móvil 5G está causando el cáncer, una raza de reptiles humanoides extraterrestres disfrazados se ha infiltrado en puestos de poder global… son las teorías más populares hoy en día.


Menos difundidas, pero igualmente aceptadas, son las de carácter más político como que la Comisión Europea y la burocracia de Bruselas son entidades no democráticas que imponen leyes y normativas abusivas, o el rechazo a aceptar hechos históricos establecidos, como el Holocausto o las masacres de las Guerras Yugoslavas, o que las medidas de austeridad fueron diseñadas no para salvar las economías, sino para transferir riqueza de los ciudadanos a la banca privada y las instituciones financieras del Norte de Europa, o la teoría de extrema derecha que sostiene que existe una sustitución demográfica deliberada de la población blanca y cristiana europea por inmigrantes no europeos, orquestada por élites globalistas… eso por no hablar de las ideas en materia de salud y medicina, como, por ejemplo, la desconfianza profunda y extendida en la medicina convencional (alopática) en favor de terapias naturales o alternativas (homeopatía, por ejemplo), bajo la creencia de que la industria farmacéutica (Farmamafia) suprime curas y tratamientos efectivos para maximizar sus beneficios.

Por último, hay otro gran grupo, más heterogéneo, que engloba las teorías de carácter místico que, aunque sean ideas desprovistas del matiz negativo de todas las anteriores, padecen los mismos síntomas. En este grupo se encuentran planteamientos como que la era de acuario está a punto de cambiar el orden mundial pues está a punto de aparecer un nuevo tipo de humano, o la idea de que la Tierra (y la humanidad) está elevando su frecuencia vibratoria hacia una dimensión superior (a menudo la 5D), dejando atrás la densidad y el conflicto de la 3D, o la creencia de que los pensamientos son energías capaces de alterar directamente la realidad material como la pobreza, la enfermedad o la falta de éxito, o la creencia de que existe una "biblioteca cósmica" (los Registros Akáshicos) que contiene todo el conocimiento de todas las almas y vidas pasadas, o la convicción de que los cristales, la imposición de manos (Reiki) o la geometría sagrada pueden reequilibrar los "chacras" y los campos energéticos del cuerpo, sustituyendo o complementando el diagnóstico médico científico con la lectura de energías, o la tesis de que la humanidad no fue la constructora de las pirámides y los megalitos, sino que existieron civilizaciones anteriores a las nuestras, extraterrestres, que habitaron la Tierra.

Aunque podrá ser más discutido, yo añadiría un cuarto grupo y que sería el de las creencias religiosas monoteístas (principalmente islam, judaísmo y cristianismo) y el comunismo, y aunque las religiones y la ideología cumplen funciones sociales fundamentales (moralidad, consuelo, identidad comunitaria) que las teorías de conspiración y místicas no alcanzan –al menos no en la misma escala–, comparten esa certeza inquebrantable, esa identidad colectiva fuerte y la narrativa inmune a la evidencia contraria.

Los teóricos de estos fenómenos sociales (teorías de la conspiración, religiones monoteístas, ideologías políticas…) tienen orígenes muy diferentes y objetivos igualmente alejados unos de otros, y, sin embargo, padecen los mismos cinco problemas:

Uno, ignoran o descartan selectivamente la inmensa mayoría de la evidencia que refuta su narrativa, enfocándose solo en las anomalías o interpretaciones ambiguas que confirman su creencia preexistente. Es el mecanismo psicológico más documentado. Las personas buscan y recuerdan información que apoya lo que ya creen. Para una teoría de la conspiración, esto significa que cualquier evento que no encaje es ignorado, o bien, se considera otra prueba más de lo "profundo" del engaño.

Dos, siempre eligen la explicación con más suposiciones, actores y pasos complejos, en lugar de la explicación más simple y directa que es sostenida por la evidencia pública. El principio lógico y científico de la Navaja de Ockham establece que, entre múltiples hipótesis que explican un fenómeno, se debe preferir la que requiere la menor cantidad de suposiciones. Las teorías de la conspiración a menudo necesitan una red compleja e inverosímil de silencio, coordinación global e infalibilidad de los conspiradores, haciéndolas lógicamente débiles.

Tres, han construido un marco mental que es inherentemente infalsable; es decir, no existe ninguna evidencia que pueda convencerlos de que están equivocados, ya que cualquier refutación es interpretada inmediatamente como parte de la conspiración. El concepto de falsabilidad (de Karl Popper) es crucial para la ciencia y el razonamiento sólido. Si una creencia no puede ser refutada en principio por ninguna prueba empírica, no es un argumento basado en la evidencia, sino un dogma. Las teorías conspirativas son a menudo cerradas y autorreferenciales, donde la falta de prueba es prueba de la sofisticación de la conspiración.

Cuatro, se vuelven ineficaces a la hora de abordar los problemas sociales, económicos o políticos reales, ya que su foco se desvía de las causas sistémicas o estructurales hacia la identificación y la lucha contra enemigos ocultos e invisibles. El pensamiento conspirativo tiende a personificar los problemas (es culpa de "ellos", el grupo secreto), en lugar de analizar factores complejos como la mala gestión, las fallas del mercado, o los errores humanos sistémicos. Esto dificulta la búsqueda de soluciones prácticas y basadas en políticas públicas.

Cinco, terminan erosionando la confianza en las instituciones y el conocimiento experto (ciencia, periodismo, gobierno, medicina), una confianza que es fundamental para el funcionamiento coordinado y la seguridad de la sociedad moderna. El impacto social de las teorías conspirativas es que no solo desconfían de la explicación oficial, sino que activamente deslegitiman todas las fuentes de información consensuadas y validadas, lo que tiene consecuencias directas en la salud pública (vacunas), la democracia (elecciones), y la acción colectiva.

En conclusión, el problema de los que se pasan la vida teorizando para describir el mundo bajo la lente de su única interpretación es que han construido un marco mental que es inherentemente infalsable. Quienes adoptan un marco infalsable viven en lo que el sociólogo Robert K. Merton llamó una profecía autocumplida o un círculo vicioso epistemológico. Su sistema de creencias es autorreferencial y no requiere la validación del mundo exterior.

Por lo tanto, la infalsabilidad no es solo un síntoma, sino el mecanismo de supervivencia que permite a estas interpretaciones pasar por alto los hechos y perdurar indefinidamente por contagio social.

En contra, el método científico se basa en la hipótesis de la falsación: una teoría científica solo es útil si hace predicciones específicas que pueden ser probadas y potencialmente desmentidas. Si la observación o la experimentación contradicen la hipótesis, esta debe ser corregida o descartada. La ciencia progresa precisamente al encontrar que sus teorías son incompletas o erróneas, obligando a los investigadores a buscar mejores explicaciones. Es un sistema abierto a la corrección. Por eso, en mi opinión, el verdadero camino, la única vía saludable, tanto para la mente individual como para la sociedad como colectivo, es la ciencia. Y, por ello, me atrevo a decir que el tao de la modernidad es el método científico.

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