Alienígenas y OVNIs, ¿qué opinas?

¿Existen los alienígenas? ¿De verdad hay extraterrestres visitándonos? ¿Son los OVNIs naves espaciales de otros planetas?

La pregunta, en mi opinión, está mal formulada. Como diría Cicerón, “cuando dudes, define”, por lo que lo primero sería aclarar qué entendemos por “alienígenas”:

¿Nos referimos a seres de otros planetas con forma humanoide, dotados de inteligencia superior, que viajan en naves espaciales y visitan la Tierra? ¿O simplemente a la posibilidad de vida extraterrestre en cualquier forma, incluso microbiana?

 1.  La idea del alíen

La idea de seres inteligentes en otros planetas es mucho más antigua de lo que cabría esperar. Es ya en el siglo II cuando Luciano de Samosata, en su obra Historia verdadera narra un viaje a la Luna donde los protagonistas encuentran seres humanoides en guerra con habitantes del Sol por la colonización de Venus.

En 1634, Johannes Kepler, en su obra Somnium, relata un viaje a la Luna habitada por seres sublunares, criaturas que han evolucionado en condiciones extremas. Se dividen en dos grandes grupos: los que viven en la cara visible y los que habitan la cara oculta. Los que viven en el lado iluminado por el Sol son pequeños, ágiles y resistentes al calor, mientras que los del lado oscuro son más grandes, con piel gruesa para soportar el frío.

Cuatro años después de la novela de Kepler, en 1638, Francis Godwin publica The Man in the Moone, en la que un español viaja a la Luna en una máquina voladora y encuentra una sociedad de gigantes.

Posteriormente, será Cyrano de Bergerac, en su libro Los Estados e imperios de la Luna, quien, en 1657, volverá a hablar de seres alienígenas. Se trata de una sátira filosófica que describe a los habitantes de la Luna como seres que someten a procesos inquisitoriales a quienes afirman que la Tierra está habitada.

Después será otro francés, J.-H. Rosny aîné quien, en 1887, escribió la obra Les Xipéhuz, en la que encontramos la primera forma alienígena que no tiene rasgos humanos, sino que se trata de seres cristalinos capaces de cambiar de forma describiendo formas geométricas, con lenguaje propio y comportamiento incomprensible para los humanos, que se comunican mediante patrones de luz.

Llegará entonces la archi famosa obra de H. G. Wells, La guerra de los mundos, en 1898. Wells introduce a los marcianos como invasores tecnológicamente superiores, con tentáculos y armas destructivas.

Ya en el siglo XX, en 1933, Gustav Sandgren describe a los extraterrestres como seres de baja estatura, piel gris, cabezas grandes y ojos oscuros, anticipando la imagen popular de los "grises".

2. La evolución de la imagen del alienígena

Durante gran parte del siglo XX, los alienígenas eran imaginados de muchas formas diferentes, pero casi siempre con aspectos monstruosos y rasgos grotescos, muchas veces procedentes de Marte, la Luna o Venus. Estas imágenes fueron popularizadas por revistas pulp y seriales de ciencia ficción.

Será a partir de los años 80 cuando se consolida la figura “oficial” del alienígena:

  • Cuerpo delgado y alto
  • Cabeza desproporcionadamente grande
  • Ojos almendrados y negros
  • Piel gris o verde y brillante
  • Ausencia de vello y rasgos faciales mínimos

Esta estandarización coincide con la consolidación de la imagen del “Grey alien” en cine y televisión, con películas como Encuentros en la tercera fase (1977) y Communion (1989).

3. Una proyección de la teoría de la evolución

¿Tiene sentido pensar que esta imagen es una proyección cultural de la evolución darwiniana? Sí. Desde mediados del siglo XX, especialmente tras el auge del darwinismo y su divulgación en la cultura popular, se desarrolló la idea del humano del futuro (post-human evolution). Según esta hipótesis:

El cerebro seguiría creciendo, produciendo un cráneo más grande.

El cuerpo perdería rasgos considerados “innecesarios”, por lo que sería sin vello, sin orejas externas prominentes, sin puente nasal.

La boca se reduciría, debido a una alimentación no masticada y a la menos comunicación oral.

La piel se volvería uniforme, sin pigmentación ni imperfecciones, proporcionándole un aspecto liso y pálido o grisáceo.

El cuerpo se volvería más frágil, adaptado a un entorno tecnológico y sin esfuerzo físico, por lo que presentaría extremidades delgadas y un aspecto casi andrógino.

Esta idea aparece, por ejemplo, en 1930, en la obra de Olaf Stapledon, Last and First Men, donde se describe la evolución de la humanidad hacia formas cada vez más cerebrales y etéreas.

Como explica Pascal Boyer en Religion Explained, el ser humano tiende a aplicar esquemas conocidos a lo desconocido. La idea de que un ser más avanzado debe tener más cabeza, menos cuerpo, menos necesidad de comunicación verbal, ausencia de pelo y órganos prescindibles… es coherente con una extrapolación de nuestra evolución.

La hipótesis tiene fundamento psicológico y antropológico: imaginamos lo desconocido a partir de lo que conocemos. Como dice Steven Pinker, la evolución no tiene una dirección predeterminada, pero la mente humana sí tiende a buscar patrones teleológicos y explica que nuestras expectativas de inteligencia avanzada suelen estar ligadas a la expansión cerebral y la gracilidad física (menos fuerza bruta, más cerebro).

4. El antecedente histórico: los demonios

Pero el ser humano ya ha pasado por esto antes. Pensemos en la figura del demonio. Hasta llegar a la figura que más se pinta a finales de la Edad Media y se convierte en el símbolo del mal en la Edad Moderna y Contemporánea, el demonio ha pasado por una enorme transformación. El imaginario colectivo lo representaba de formas muy distintas: En los primeros siglos del cristianismo, el demonio era representado como un ángel caído, manteniendo su belleza original, pero con un aire de tristeza o desafío. Esta imagen enfatizaba su origen celestial y su rebelión contra Dios. La representación grotesca y aterradora del demonio comenzó a consolidarse en la Edad Media, cuando la Iglesia utilizó el arte como un medio para infundir miedo. Tertuliano, un teólogo del siglo III, describió al diablo como el "mono de Dios", una imitación grotesca de la divinidad. Esta idea influyó en los artistas medievales, quienes lo representaban con rasgos exagerados para contrastarlo con la imagen de Cristo. Con la llegada de los musulmanes a la Península Ibérica, en el siglo VIII, la imagen del demonio empezó a copiar características de la monstruosidad con la que se presenta en el Corán. Y ya en el siglo XII, las representaciones del Juicio Final mostraban a Satanás y los ángeles caídos transformándose en seres monstruosos mientras descendían al infierno. Sus alas angelicales se convertían en alas de murciélago, sus rostros se deformaban y adquirían garras y colas, hasta llegar a la figura tan común del demonio de hoy en día:

  • Pezuñas de cabra
  • Cuerpo cubierto pelo
  • Alas de murciélago
  • Cuernos
  • Mirada maliciosa

La imagen del demonio, como la del alienígena, se fue codificando según la época, sus temores, su moral y sus límites culturales. Sabemos que la mente humana tiende a antropomorfizar lo desconocido, aplicando categorías conocidas a lo que no comprende, incluso al concebir inteligencias no humanas.

Así, la imagen del alíen como humanoide superior es, en cierto modo, un reflejo evolucionista secular del “ángel cristiano” y lo opuesto al demonio: una figura sin imperfecciones físicas, superior en intelecto, y ajena a las pasiones terrenales. Es decir, un reflejo de la culminación del proceso evolutivo imaginado por nosotros mismos.

5. ¿Qué dice la ciencia?

Carl Sagan y Stephen Hawking mencionaron que, si existiera vida inteligente extraterrestre, no tendría por qué parecerse en absoluto a los humanos, y que la imagen del “gris” no responde a la lógica biológica universal.

Por otro lado, Neil deGrasse Tyson ha hablado en varias ocasiones sobre la posibilidad de vida extraterrestre. Uno de sus planteamientos más llamativos es la idea de que los humanos podrían ser parte de una simulación alienígena. Según Tyson, si existieran civilizaciones mucho más avanzadas que la nuestra, podrían haber creado un mundo simulado en el que vivimos sin darnos cuenta, alegando que su inteligencia podría ser tan superior que nuestros científicos más brillantes serían comparables a sus niños pequeños.

Por último, Stephen Hawking pensaba que si una forma de vida extraterrestre viajaba hasta nuestro planeta, no sería con buenas intenciones.

6. Conclusión: ¿creencia o evidencia?

La idea de alienígenas que nos visitan, en un mundo lleno de cámaras, me resulta más una cuestión de ciencia ficción que de realidad. Tal vez sea una nueva creencia, una nueva religión para la era científica. Y como toda religión, es inmune a la razón.

Podemos imaginar alienígenas, podemos desear que existan… Pero pruebas claras de su existencia, de momento no hay, y hasta entonces, lo más honesto es reconocerlo. Porque como diría Sagan: “La ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia… pero sí es motivo para la duda.”

Y ¿qué decir de los OVNIs o UAPs? Mi opinión personal me la reservo. Lo que importa aquí no es lo que yo crea, sino lo que dicen los hechos. Así que, vamos a repasar datos, historia y lógica.

7. Breve historia del fenómeno OVNI

La idea de alienígenas está íntimamente relacionada con el fenómeno OVNI, y las evidencias de lo que hoy llamamos OVNIs, Objetos Voladores No Identificados, aparecen de forma sistemática en la prensa a partir de 1947, cuando el piloto Kenneth Arnold reportó haber visto nueve objetos volando a gran velocidad cerca del Monte Rainier, en el estado de Washington. Fue él quien comparó su movimiento con “platillos saltando sobre el agua”, lo que dio origen al término “platillo volante”. Ese mismo año, apenas unas semanas después, ocurrió el famoso incidente de Roswell, en Nuevo México. Se reportó la caída de un objeto no identificado, que las autoridades militares primero describieron como un “platillo volante”, para luego corregir diciendo que se trataba de un globo meteorológico. Este giro alimentó las primeras teorías de encubrimiento oficial por parte del gobierno estadounidense.

8. ¿Y antes de 1947?

Aunque el fenómeno OVNI moderno empieza ahí, hay descripciones anteriores que podrían considerarse proto avistamientos:

En 1561, se documentó un extraño evento celeste sobre Núremberg, Alemania, con formas cilíndricas y esferas descritas en grabados.

En 1897, varios periódicos estadounidenses reportaron un “dirigible misterioso” cruzando los cielos.

También está el célebre caso del “Airship” de Aurora (Texas), en el que incluso se decía que un humanoide murió en el impacto y fue enterrado.

Pero estos relatos, más que pruebas, son reflejo de los temores y fantasías tecnológicas de su tiempo.

9. ¿Por qué no hay pruebas claras?

Y así llegamos a la gran pregunta: si existen, ¿por qué no hay pruebas inequívocas? Veamos qué nos dicen las evidencias.

Por el momento, no hay evidencias claras de que hayan visitado nuestro planeta; todas las evidencias que hay son siempre borrosas, confusas, desenfocadas. Esto, hace 50 años, no sería nada extraño, pero hoy en día, con más de 7.000 millones de móviles, con cámaras HD, satélites, telescopios, cámaras de vigilancia y drones, sin contar con los aficionados a la astronomía, los especialistas en ufología, los observatorios astronómicos, los meteorológicos y los satélites... ya no se explica por qué no hay ni una sola evidencia clara, diáfana, incuestionable y que no suscite dudas ni resulte ambigua.

Bastaría solo una. Piénsenlo. Solo una foto o video que mostrara una imagen nítida, irrefutable, sería suficiente para demostrar que los alienígenas existen y nos visitan. Una bastaría. Una sola prueba clara bastaría. Una imagen nítida, no ambigua, que no dé lugar a dudas. Pero no la hay. Todas son confusas, pixeladas o dudosas. Como decía Carl Sagan: “Afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias”.

Un estudio independiente de la NASA concluyó que no hay evidencia que indique que los fenómenos aéreos no identificados (UAPs, por sus siglas en inglés) sean de origen extraterrestre. El informe destaca la necesidad de datos de mayor calidad y mejor calibración para avanzar en la comprensión de estos fenómenos. Un informe exhaustivo del Pentágono, de la Oficina de Resolución de Anomalías en Todos los Dominios – AARO, analizó avistamientos de OVNIs desde 1945 y concluyó que la mayoría de ellos eran malinterpretaciones de objetos o fenómenos comunes. No se encontró evidencia de visitas extraterrestres ni de tecnología alienígena.

10. ¿Y si el gobierno lo oculta?

Algunos creen que la NASA o el Pentágono están ocultando la verdad.

Es cierto que en años recientes el Departamento de Defensa de EE. UU. ha desclasificado vídeos que muestran fenómenos aéreos no identificados. En 2020 y 2021, el UAP Task Force reconoció que hay objetos que no pueden explicar… pero también dijeron claramente que no hay evidencia de que se trate de tecnología extraterrestre.

Además, como explican expertos como Mick West, muchas de estas imágenes tienen explicaciones ópticas o tecnológicas (parallax, aberración, etc.).

La falta de transparencia no implica automáticamente la existencia de alienígenas. A veces lo que se oculta es simplemente tecnología militar experimental. Piensen que el Black Bird, antes de ser reemplazado por los satélityes espía y los aviones de la siguiente generaci´çon es un avión que nos parece totalmente futurista hoy en día, pero que se diseñó en los años 60; y no se dio a conocer al púiblico hasta los años 80!

De hecho, mientras grababa este vídeo me llegó la noticia de que China mostraba públicamente su nuevo avión de combate, el J-36, un prototipo de avión de combate de sexta generación que presenta un diseño sin cola y una configuración de ala en delta doble, lo que mejora su capacidad furtiva al reducir la firma de radar. Además, cuenta con tres motores, lo que le proporciona mayor empuje y autonomía para misiones de largo alcance.

11. Conclusión: ¿creencia o evidencia?

Creer en alienígenas que nos visitan, en estas condiciones, es una creencia. Una nueva religión para la era científica. Y como toda religión, es inmune a la razón.

Podemos imaginar alienígenas, podemos desear que existan… Pero hasta que no tengamos una sola prueba clara, no hay evidencia de que estén aquí. Lo más honesto es reconocerlo. Porque como diría Sagan: “La ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia… pero sí es motivo para la duda.”

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